El enojo que puede costar votaciones en el recinto

Martín Menem intentó dejar afuera de la Comisión Bicameral de Inteligencia al bloque que preside Miguel Ángel Pichetto y, ahora, Hacemos Coalición Federal (HCF) amenaza con declararle la guerra al gobierno nacional. La novela había arrancado el martes a la noche, cuando el oficialismo, que venía dilatando la conformación de la Bicameral, decidió levantar el teléfono e invitar a solo algunos de los nuevos integrantes. Dejó afuera, en cambio, a los peronistas y a los pichettistas: el objetivo era conformar la Bicameral solo con los aliados de confianza. La noticia, sin embargo, se terminó filtrando, y explotó el escándalo. Menem no consiguió quórum y tuvo que patear la reunión para después del receso. En el medio, sin embargo, quedó HCF: Menem le había prometido un lugar a Emilio Monzó, pero terminó optando por dárselo a uno propio. La noticia no cayó bien en el bloque, que se reunió con el presidente de la Cámara y lo amenazó con quitarle cualquier respaldo futuro si no empezaba a cumplir con los acuerdos.

El martes a la noche, cuando gran parte de las personas estaban viendo jugar a la Selección, el secretario parlamentario del Senado, Agustín Giustinian, empezó a llamar a legisladores con la noticia. La Bicameral de Inteligencia, que se encarga del control y seguimiento de los organismos de inteligencia, venía postergando su conformación hace más de medio año como resultado de una interna entre Victoria Villarruel, Karina Milei y Santiago Caputo. Menem no terminaba de designar los representantes y, por lo tanto, la comisión nunca podía ponerse a trabajar. Silvestre Sívori pudo, gracias a esto, dirigir durante meses la AFI sin ningún tipo de control externo (hasta que tuvo que renunciar en mayo, luego de que desplazaran a su referente, Nicolás Posse, en un mar de versiones de espionaje ilegal). El 9 de julio, sin embargo, algo cambió y Menem y Villarruel decidieron que era momento de convocar, entre gallos y medianoche, la Bicameral para el día siguiente.

¿Qué había pasado? Patricia Bullrich había llamado, furiosa, advirtiendo que la Bicameral había comenzado a funcionar de nuevo sin que ellos lo supieran. En efecto, Leopoldo Moreau, dirigente de UxP y presidente de la Bicameral durante el gobierno de Alberto Fernández, había comenzado a mandar oficios para interiorizarse sobre dos denuncias que habían llegado a las puertas de la Bicameral. Una era la denuncia contra Posse por espionaje ilegal que está en el juzgado María Servini de Cubría. Y la otra era un conjunto de denuncias penales contra el Servicio Penitenciario Federal –que ahora depende del Ministerio de Seguridad– de parte de varias de las personas detenidas arbitrariamente luego de la represión de la movilización contra la Ley Bases.

Moreau, por lo tanto, había comenzado a enviar oficios e, incluso, había recibido a dos de las mujeres detenidas que habían sido interrogadas. Y podía hacerlo en calidad de presidente de la comisión porque el reglamento así se lo permitía. La Bicameral, que fue creada por una ley especial, no es como cualquier comisión: sus reuniones son secretas, no se transmiten ni se realizan en el Palacio Legislativo, sino que se llevan a cabo en el quinto piso del Anexo del Senado. La Bicameral, además, cuenta con su propio reglamento. Y el reglamento sostiene que, en el caso de que no se renueven las autoridades, «se prorrogará automáticamente el mandato de las autoridades salientes». Moreau, entonces, había comenzado a recabar información sobre denuncias que afectaban a Bullrich. Y la ministra prendió las alarmas.

Fue así que, Menem y Villarruel maniobraron, un feriado a la noche, para convocar formalmente a algunos de los integrantes de la Bicameral para el día siguiente. La investigación de Moreau no era el único motivo, sin embargo. Menem quería quedarse para sí con uno de los lugares que le había prometido a HCF, por lo que articuló en silencio para que el miércoles solo estuvieran los legisladores más cercanos. El objetivo era conformar la Bicameral con 8 de los 14 integrantes –la mayoría mínima– y después anunciar el resultado una vez ya consolidado. No contaba, sin embargo, con que varios legisladores se opondrían a la maniobra y filtrarían la información al resto de los integrantes.

Se armó un escándalo. El miércoles a la mañana, poco antes de la hora designada para la reunión, el titular de UxP del Senado, José Mayans amenazó al secretario parlamentario con denunciarlo penalmente si se avanzaban con el encuentro. El argumento era que, por reglamento, las reuniones de comisión tenían que convocarse con 48 horas de anticipación. Pero el mensaje era político: el oficialismo se había quedado sin el respaldo para avanzar con la conformación de la comisión.

El portazo de Pichetto

La Bicameral está integrada por siete senadores y siete diputados. En representación del Senado, habían sido nombrados Martín Goerling (PRO), Mariana Juri (UCR línea Alfredo Cornejo), Edgardo Kueider (peronista ex FdT), Edith Terenzi (chubutense aliada de Ignacio Torres), Oscar Parrilli (UxP), Wado de Pedro (UxP) y María Florencia López (UxP). Ningún senador de LLA: Villarruel pretende dejar en manos de Goerling, cercano  Mauricio Macri, la presidencia de la Bicameral.

Menem, sin embargo, venía pateando la designación de los representantes de la Cámara de Diputados. Cristian Ritondo, por el PRO, y Moreau, Rodolfo Tailhade y Eduardo Valdés, por UxP, estaban asegurados. Otro lugar iría para el radicalismo, que se conoció que sería para una diputada de la línea Martín Lousteau, Mariela Coletta. El acuerdo con HCF, mientras tanto, había sido que un lugar iría para LLA y el otro para Monzó, pero Menem terminó cambiando de opinión y decidió darle los dos lugares a LLA: uno para el presidente de bloque, Gabriel Bornoroni, y otro para el chubutense César Treffinger. Uno de esos lugares, incluso, se lo había prometido al puntano Carlos D’Alessandro, pero finalmente iría para Bornoroni, que forma parte del riñón de Menem y Karina Milei. «Menem no es bueno manteniendo acuerdos», mascullaría un dirigente libertario al tanto de las negociaciones.

La noticia fue una patada para la plana mayor de HCF, que el jueves a la noche fue a reunirse con Menem a su despacho. Furiosos, Oscar Agost Carreño, Nicolás Massot, Monzó y Pichetto se gritaron con Menem y lo acusaron de romper todos los acuerdos. Mostrando la carta que le habían enviado con la designación de los integrantes de HCF para todas las Bicamerales, amenazaron con llevar la discusión al recinto. Menem argumentaba que, por D’Hondt, el lugar le correspondía a LLA. Pero no era cierto: si hubiera que ponerse finos, UxP tendría que quedarse con un lugar más, no LLA. «Están desconociendo un acuerdo político con excusas raras y todavía queda mucho mandato de Milei donde nos va a necesitar», deslizó, amenazador, uno de los participantes de la reunión después de que finalizara.

En HCF interpretan que Karina no confía en ellos. «Quieren reformar la SIDE y tener una mayoría para manejarla. Y no confían en que nosotros no seamos opositores», cuestionó un diputado pichettista, apuntando los cañones directamente contra Santiago Caputo, que es quien está detrás del nuevo proyecto de reforma de la AFI que quiere enviar el Ejecutivo. «Caputo ama las cosas de espías y Menem no sabe administrar lo que le ordenan», disparó otro.

Más allá de las chispas, los diputados quedaron reencontrarse el lunes que viene. Confían que lograrán llegar a un acuerdo por otro lado, probablemente en alguna de las otras comisiones que resta conformarse. Se hablaba, incluso, de que Pichetto presida la Mixta Revisora de Cuentas. «Serán compensados», prometían desde las filas de Menem, en donde sacan pecho pero advierten que, sin el acompañamiento de HCF, Milei no podrá volver a sancionar una nueva ley.

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